Ya el tener controversias con algún familiar, algún amigo o conocido  es por demás desagradable e incómodo.  Si la hostilidad fuera con quien vive bajo el mismo techo, empeora la situación porque sería imposible no dar con él o ella en los pasillos, en la cocina o en el salón y eso avivaría aún más nuestro malestar y aumentaría nuestro disgusto ¿Podemos imaginarnos entonces, tener esta contienda dentro de una misma persona? ¿Mirarse al espejo y rechazar lo que refleja, mirarse y oponerse a lo que ve, luchar, rabiar contra su mismo ser?

 Ayer nuevamente los informativos emitieron la noticia de que hoy se presentaría la marcha gay por las calles de Madrid.  Estos mostraban individuos eufóricos, semidesnudos. Eso sí, los pocos paños que llevaban encima, eran de colores llamativos  exagerados, atuendos sin ton ni son. Caos y confusión externa manifestando la interna, colores chillones, superpuestos, mezclados, telas extremadamente delgadas, pequeñas o transparentes, que dejaban ver partes que no son para pasearlas por las calles. Los excesos llevan a la ruina siempre. 

 No importa cuanto griten y se muestren felices, satisfechos y contentos, es más que seguro que sus almas gimen libertad, consuelo y amor verdadero. Mujeres en cuerpos de hombres y hombres en cuerpo de mujeres, o por lo menos es lo que ellos quieren reivindicar, que la naturaleza se ha equivocado, que un error externo, a su voluntad ha hecho el desbarajuste que ellos quieren rectificar.

 Cuando los objetivos están errados, equivocado está todo lo demás. Desacertados los medios, confundidos los planes, desvariados los sueños.  ¿Cómo puede traer todo esto felicidad? ¿Cómo puede engendrar gozo, lo que en desobediencia y en error se origina?

 Nosotros los cristianos, no estamos puestos para condenar, muy por el contrario, estamos puestos para proclamar el año de la salvación.  Ni el mismo maestro vino para condenar al mundo, si no que vino para que el mundo sea salvo por él, lo dice en Juan 3:17, seguido del versículo más repetido de todos los tiempos.  El padre nos ama, nos ama a todos ¿No dice también su palabra, que Él no quiere que ninguno se pierda? ¿Se gozará acaso nuestro corazón en aquello que el padre aborrece, o se entristecerá en lo que ama?

 Dios quiere la libertad del cautivo, Dios quiere que todo ser humano, no importa su condición ni su procedencia, experimente el milagro más grande desde la creación del mundo: La salvación.  El nuevo nacimiento, la transmutación de nuestro viejo hombre al nuevo, del condenado al libre, del muerto en vida al muerto a ésta vida de maldad.

 Mediemos hoy por esas almas que son una cosa por dentro y otra por fuera, que llevan el conflicto a cuestas donde quiera que vayan.  Que reniegan del Dios que los hizo como son, que odian a los padres que lo trajeron al mundo. Que se enemista con todo y con todos, haciendo de sus vidas un remolino de incertidumbres y desasosiego.  Intercedamos para que encuentren el único camino que les puede dar paz.

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