Este mes de julio que se está acabando, según nos ponen al tanto los medios de comunicación, está arrasando con todo en cuanto al clima se refiere; donde toca frío, se quedan tiesos y donde calor, nos derretimos.  Pero hay algo que julio también trae para ambos hemisferios: Las vacaciones.

 Ahora en vacaciones la mayoría de las mujeres estamos ampliando nuestras reservas de fortaleza, paciencia e imaginación, porque es como todo, con el uso, estamos reforzando nuestro arsenal, a fuerza de ejercitarlo.  Todo esto para tener bien atendidos a nuestros hijos.  De entre medio de las cotidianas y acostumbras tareas, debemos hacer malabarismos y quitar tiempo de donde no hay para no solo tenerlos cuidados si no también entretenidos, en estos meses sin colegios ni tareas.

 Conozco a muchas mujeres con y sin  hijos, agobiadas a más no poder con sus cargas, anhelando imprimir amor, paciencia y abnegación a sus actos, pero el estrés y el cansancio de sentir que no son correspondidas en sus esfuerzos, las vuelve ariscas, chillonas y en gran manera desagradables;  Eso me trae a la memoria un jocoso caso en que un matrimonio, en que ambos ya ancianos y con audífonos por no oír ya bien, se los desconectaban cuando uno de ellos comenzaba a quejarse.

 Qué no nos quepan dudas, que si nos volvemos así de quejumbrosas y rezongonas, todos a nuestro rededor, agradecerían el poder “desconectar” sus audífonos para no escucharnos, o mejor aún desconectar nuestros altavoces; Gracias a Dios que tenemos la ayuda del consolador que desde el interior nos fortalece, nos renueva y nos da el amor, la paciencia y la sabiduría necesaria para ser mujeres apreciadas y edificadoras de nuestros hogares, nuestros hijos y nuestros matrimonios.

 Tomémonos un tiempo de relax y refrigerio, a los pies del Señor, aquel que Marta escogió. ¿No e estará diciendo ahora el maestro, como dijera a María? Él sabe cuando turbados estamos de tanto afán: Comparte junto a otras hermanas, otros  hermanos que pasan iguales luchas, y que iguales victorias obtienen porque tienen el mismo Dios que nosotros. Nos sorprenderá descubrir que todo padre, toda madre pasa por casi idénticos conflictos,  y es bueno ayudarnos unos a otros, compartir las cargas para hacerlas más livianas. Busquemos a dador de Paz en la comunión de su casa.

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